jueves, 26 de diciembre de 2019

La dimensión desconocida. Nona Fernandez

Es una novela que ganó el premio Sor Juana Inés de la Cruz en el año 2016. Bien ganado.
Es un libro que encontré cuando andaba buscando cosas sobre historia de Chile que eventualmente leería. Recuerdo que leí de qué se trataba y lo pasé de largo, porque me dió miedo.
¿De qué se trata? Bueno, pues todo comienza cuando un hombre, un suboficial de la Fach llega a la revista Cauce en el año 84 y confiesa que ha sido partícipe de secuestros, torturas y homicidios en plena dictadura en Chile. Esto, es algo que ocurrió en la vida real, y, la novela, girará en todo momento en torno a las confesiones realizadas por éste hombre.
Yo he leído y me he enterado de algunos detalles de diversas violaciones de los derechos humanos que fueron perpetradas en mi país. Hace un par de años visité el museo de la memoria y no pude terminar el recorrido porque se me impregnó el horror. Así que leer sobre mas violaciones a los derechos humanos era una idea poco atractiva para mi, considerando que ya estoy indignada por la falta de justicia y ya me lleno de rabia ante los negacionistas.
Lo pasé de largo, el año pasado, cuando empecé a buscar libros, pero hace poco escuché un podcast sobre recomendaciones de libros y me enteré de otras obras de Nona Fernandez, así que volví a buscar libros de ella. Entonces solo me encontré con La dimensión desconocida y bueno, decidí simplemente empezar a leerlo. Con susto, temiendo sentirme horrible, temiendo terminar mas mal que antes.
Entonces dentro del horror, o de la amenaza de éste, ocurre algo maravilloso, te das cuenta de que la autora, la narradora, está de tu lado, por decirlo de alguna forma, como si te acompañara en todo este recorrido que implica la novela. No hay morbo, no hay cosas que te arrepientas de haber leído, y sobre todo, no se trata del torturador.
Un ejemplo de ésto lo vi en el siguiente fragmento respecto a una de las víctimas, José Weibel:
¿Qué vió José? ¿Qué escuchó? ¿Qué pensó? ¿Qué le hicieron?
Expulsada de los límites de ese imaginario desconocido, impotente ante la expresión de un lenguaje que no sé escribir, solo tengo claro que hay otras cosas que se me dan más fáciles imaginar. Cosas que están fuera de esa zona oscura y que puedo atesorar como una luz para moverme mejor por éste mapa. Cosas como esa fotografía que quiero creer que José guardó en su memoria. En ella aparecen María Teresa y sus dos hijos sentados en la micro que los llevará al colegio. Los niños van de uniforme (...). En la fotografía todos sonríen. Aún no ha pasado nada malo, aún los hilos de la distancia de rescate se mantienen intactos y están todos a salvo, conversando alguna vaguedad, disfrutando sin saberlo de su último momento juntos.
Porque esto es lo que importa acá, las víctimas.

Otra cosa bacán de la novela también es que, en honor a su título, utiliza la figura de "la dimensión desconocida" para llevar los horrores a una especie de lugar imaginario como dicha dimensión. Sabemos que son cosas que ocurrieron, sabemos que no son invento, pero imaginarlas como "un mundo a parte" se siente como un respiro, como tomar una bocanada de aire antes de volver a sumergirte en éste "mundo a parte".
No por esto cae en quitar sensibilidad a todo el tema. La bocanada no impide que sientas las cosas, y no impidió que yo llorara a mares leyendo algunas partes y volviera a llorar cuando le contaba a la gente sobre las partes que me hicieron llorar.




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