jueves, 28 de enero de 2016

Ahorrar tiempo está sobrevalorado

Cuando viajé a bolivia, quedé con la sensación de que me podía morir tranquila.
No es que haya sido la experiencia mas maravillosa de mi vida, pero los viajes a lugares así como medio semi casi exóticos te dejan la sensación de estar viviendo de verdad. Ningún otro viaje en mi vida me ha dejado esa sensación.
Ni siquiera el de la semana pasada, en el que mas de alguna pellejería pasé.
Por razones que tal vez en algún momento de mi vida me moleste en especificar acá, la semana pasada tuve que hacer un viaje de 23 horas en avión. Era de 23 horas porque tuve que hacer dos escalas antes de llegar a mi destino.
Descubrí en primer lugar que soy una persona miedosa, porque creo ha sido la experiencia mas aterradora de mi vida, y simplemente por el viaje no aguantaba mucho margen de error, ni mucho margen de atraso... finalmente, el riesgo de que se cayera el avión era la menor de mis preocupaciones...
Pero entre medio de la búsqueda de puertas de embarques, los controles de pasaportes, la compra de comida para juntar las putas monedas para poder comprar un puto pasaje de metro, tuve momentos en los que solo me podía sentar y esperar. Esperar que abrieran el embarque, esperar que el avión llegue a destino, esperar que el tiempo pasara. Y esos, fueron en realidad los momentos mas útiles, esos en los que no puedes hacer nada mas que esperar, porque no tienes nada que hacer, no tienes nada concreto que pensar, puedes simplemente dejar que tus pensamientos vayan a donde deben, o a donde quieren y yo, que tenía una especie de nido en la cabeza, algo logré desenredarlo en esos momentos.
Logré pensar un millón de cosas tranquila, logré sacar un millón de conclusiones, y encontrar un millón de explicaciones para mi misma, de cosas que no había logrado detenerme a pensar antes.
Tener un viaje tedioso completamente sola, creo que ha sido una de las cosas mas útiles que me ha pasado en la vida. Ná de andar meditando, haciendo yoga o qué se yo, la mano está en meterse en cosas tediosas, donde no puedes hacer nada mas que estar solo con tus pensamientos, y simplemente te resignes a que no puedes hacer nada mas, y entregarte al tedio.

sábado, 9 de enero de 2016

The worst vacations ever

Ok, lo mío no es el inglés... pero el título en español se leía como esas traducciones que hacen de los títulos de las películas, y como soy una especie de arribista intelectual...

La cosa es que hace unos días me acordé de las peores vacaciones de mi vida. No fueron esas donde mis papás nos mandaron a mi hermano y a mi a un campamento donde tuvimos que soportar a un montón de cuicos qlios cursis y finalmente organizamos un ataque contra ellos aprovechando que teníamos que hacer una obra de teatro al final del verano.

Las peores vacaciones de mi vida fueron muchos años antes, cuando yo estaba en todo lo que es la niñez. Tenía 9 años, y mi tía paterna le dice a mi madre que van a ir a Concón por una semana y me querían llevar.
Yo, que amaba (y amo aún) la playa, le rogué a mi santa madre que me dejara ir, así que para allá partí, con un grupo único para vacacionar: mi tía, de 50 y tantos, mi abuela de 80 y algos y la sra que la cuidaba, que perfectamente podría haber sido una momia, desconozco su edad, y poco me importa, vieja qlia.
Y estaba yo, una niña de 9 años, vacacionando con estas sras en edad de merecer.
La rutina de vacacioneo (no creo que exista esa palabra, pero filo), consistía en levantarme a eso de las 9/10 de la mañana, cosa que no quería hacer porque amanecía muerta de frío. Tenía que ir a ducharme (tortura mas grande en la vida de un niño) y lavarme el pelo todos los putos días.
A mi tía no le gustaba cómo me secaba el pelo, y siempre me daba unas confusas instrucciones que no lograba comprender, así que finalmente me secaba el pelo ella, reclamando el hecho de "tener" que hacerlo.
Luego de eso, tomaba desayuno, y hacíamos alguna edificante actividad como ir a comprar pescado, o ir a comprar mariscos, o ir a comprar canapés a una horrible tienda de pasteles que olía a lavanda, el olor me da naúseas hasta el día de hoy.
Entonces venía la hora del almuerzo, otro complejo ritual lleno de extrañas formalidades con las que mis padres nunca me hincharon.
-No pongas los codos en la mesa- me decía mi abuela, cada vez que me veía en la postura más cómoda que se puede adoptar en la mesa. Sobre todo cuando tienes NUEVE años y tus brazos son mas cortos que los de un adulto. La mitad de mi brazo no era lo suficientemente larga para poder comer cómodamente sin poner los codos en la mesa. Pero no, Dios nos libre de poner los codos en la mesa en cualquier momento.
Como si no fuera suficiente la incomodidad, me forzaron a tomar el tenedor de la forma mas horrible posible para cortar la carne.


Mi dedo índice en ese entonces, era equivalente a lo que es mi actual meñique. Imaginen intentar sostener un tenedor así con la fuerza del meñique y sin la más mínima practica previa. TENIA 9 AÑOS DIOS SANTO!!! La única forma de tomar el tenedor a esa edad era así... con todo el puño, como corresponde.

Así es como debe agarrar el tenedor un niño, mierdas!!!


Y estabamos las 4 solas, no estabamos almorzando con ninguna eminencia ni autoridad, ni nada, y si no ha quedado claro... TENÍA 9 AÑOS.
Luego de almorzar venía la tortura mas grande para un niño en vacaciones.
-Tienes que esperar una hora para poder meterte al agua.
Shit, una hora. ¿Saben cuánto es esto en tiempo de niño? Una eternidad.
Y ahí estaba yo, intentando matar esa hora de tiempo en una cabaña, con 3 señoras en edad de merecer, sin saber de mis papás porque en esos tiempos los celulares no se masificaban aún, sin tele, sin poder salir a jugar con barro ni pastito, porque claro, si salía alguien debía vigilarme.
Un par de días de esas semana tuve suerte y mi tía me llevaba a la playa apenas terminábamos de almorzar, pero entonces me encontraba con su aprehensión, en el momento en que yo quería jugar con arena.
Me acuerdo que una de mis primeras empresas arenisticas fue hacer el hoyo mas grande del mundo y llegar a china como mínimo. Obvio que mi tía comenzó a urgirse cuando llevaba medio metro cavado, así que hasta ahí llegó mi sueño del record Guinness del hoyo mas grande del mundo (eso... no se lee bien).
Una vez obtuve la benevolencia de aquella mujer y me dejó "mojarme las patitas" mientras tenía que esperar la hora reglamentaria antes de meterme al agua.
Pero claro, tenía que mojarme las patitas en la exclusiva modalidad de huir de las olas... dios me libre de enfrentar una ola que me choque con las rodillas...
Luego de esperar la hora reglamentaria, podía meterme al agua, a eso de las 15:30, 16:00 hrs. podía bañarme hasta las 16:50 aprox. cuando tenía que comenzar a salir para vestirme y volver caminando a la cabaña, que quedaba como a un kilómetro de la playa, porque había que llegar a tiempo para poder tomar once a las 18hrs. Después de eso, no sabía mas de la playa. Tenía que conformarme dibujando o escribiendo en la pieza después de once y finalmente intentando dormir, en una pieza sola, con la luz apagada, sin mis papás, y con estas viejas, que al día siguiente me hincharían las pelotas (que no tenía ni tengo aún)  si no me levantaba antes de las 10hrs.
Echaba de menos a mis papás, que me proporcionaban un paraíso sin absurdas leyes tenedorescas. No sabía nada de ellos, porque en estos tiempos no había celulares y mis padres vivían en el campo, así que de fijo ni hablar.
Pasó una semana en esa modalidad, pero saben cuánto es una semana en tiempo de niño? en esa modalidad horrible? para mi fue fácil como un mes...
Cuando llegamos a santiago, mis padres aparecieron en la casa de mi abuela al día siguiente. Fui corriendo a abrir la puerta, primero vi a mi papá pero no lo pesqué, y entonces me tiré a los brazos de mi mamá y me eché a llorar. Ahí supe lo que era llorar de felicidad, porque hasta ese momento no entendía esa weá que veía en las películas.
Así es como terminaron las peores vacaciones de mi vida, aún las recuerdo con odio y desprecio...

Ah, si, luego de eso me lavanté como sonámbula dos noches la semana siguiente, me paseaba por la casa y cuando llegaba mi madre a hablarme le decía que quería irme a mi casa. Luego ella me llevaba de vuelta a acostarme y me volvía a dormir. No tengo recuerdo de esos eventos, pero no creo que mi mamá ande inventando leseras... o siiiii?

miércoles, 6 de enero de 2016

Las apariencias engañan

Lo siento, el título es como medio cliché, pero es cierto!!
Hoy fui a comprar a una conocida (no sé si tan conocida en realidad) tienda de artículos eróticos y de salud sexual de acá de santiago. La cosa es que fui a comprarme un artículo misterioso que no especificaré...
era una copa menstrual, ok?
La cosa es que la niña amable que me atendió, me pregunta amablemente si quiero que eche la copa en "esta bolsita". Y yo no miro la bolsita, y pienso "por qué no?".
Y salgo a la calle, con la copa en la bolsita. Después cacho, ya en la calle, que la bolsita dice con letras gigantes el nombre la tienda...
No quise entrar en pánico, total era el nombre de una tienda... cuántas personas iban a conocer el nombre la tienda? y aunque así fuera, soy una mujer adulta que no teme mostrar su sexualidad al mundo y... mientras me decía eso, caminando con la frente en alto como Cersei cuando recién salió del Gran Septo de Baelor, llego al metro y veo mejor la bolsa, que no conforme con decir el nombre de la tienda con letras gigantes, dice además a modo de subtítulo "juguetes para grandes".
Era oficial: todos iban a creer que me había comprado un vibrador, o un kit de sadomasoquismo como mínimo, porque claro, nadie se va a comprar algo tan inocente como una copa menstrual.
En ese momento ya me parecía mas indigno intentar esconder la bolsa, así que seguí con frente en alto, hasta que me bajé del metro, pasé a mirar una vitrina y ahí doblé la bolsa lo mas que pude para que cupiera en mi diminuta cartera de ese momento.
Desde ese día salgo con mochila y se acabó la weá