Una miradita al carnet

El otro día, una mujer mayor que yo me dijo "señora". Luego, en la tarde, en el metro, otra señora mayor que yo me ofreció el asiento... le dije que "no", que "gracias" pero ella igual se puso de pie. Me corrí, creyendo que se iba a bajar, y me dice "no se va a sentar?".
Le dije que "no", que me "bajo pronto". Y nos quedamos las dos al lado del asiento vacío, en horario punta, durante 3 estaciones.
Tengo dos teorías al respecto:

1) cumplí 80 años y no me di cuenta.
2) Estoy gorda y además cumplí 80 años y no me di cuenta.

No, menos, tengo 5 teorías al respecto.

3) Todo es culpa de los aros de vieja qlia que me compré.
4) La primera sra que me trató de sra en realidad me odia.
5) Es la parca la que me hace ver gorda.

La verdad es que si, mi parca me hace ver gorda, pero es una parca decente, que me abriga y me queda cómoda, que tiene bolsillos grandes que funcionan muy bien como basurero portatil, para acumular boletos de micro durante meses hasta que un día, probablemente un fin de semana largo o un domingo a las 11 de la noche decida que ya es suficiente y me ponga a desocuparlos porque me llega a dar rabia tener tanto papel inútil.

A todo esto, lo de "señora" es una cosa horrible y patriarcal. Para empezar, se hace la distinción entre señora y señora solo si eres mujer (al menos en el español), y es en función del matrimonio. Como si la cosa ya no fuera lo suficientemente evidente, la persona que te casa, suele hacer la gracia medio maricona de pasarte la libreta y decirte "SEÑORA" (por lo que me han contado) porque hasta ese momento no te había quedado claro en lo que te metiste, obviamente. Y ahí dices "oh, crap!", porque los chistes sobre lo terrible que es el matrimonio nunca pasan de moda.
Como si fuera poco, tus amigos inmediatamente comienzan a hueviarte, porque tenemos el concepto de señora asociado a vejez, por lo que las bromas de que me juntaré a jugar brisca con las otras señoras del centro de madres son pan de cada día... todo porque automáticamente adquirí el conocimiento de jugar brisca en el instante en que me casé.