Tal vez quise ser princesa, hasta que me enteré, como a las 7 u 8 años, que Lady Di había muerto en un accidente de auto.
O tal vez antes, cuando vi que una princesa podía casarse con alguien como el Príncipe Carlos.
Es bastante sacador de onda lo del príncipe Carlos, porque tu te encuentras en tu infancia feliz, creyendo que los príncipes son como el de la Sirenita y te enteras que en la vida real, no solo son tridimensionales, sino que además son como el Príncipe Carlos. Perturbador.
Así que probablemente ahí fue el inicio del fin de la fantasía princisesca, cuando vi que tendría que casarme con Carlos.
Me gustaría ser de esas únicas y detergentes que dicen que de niñas jugaban cosas rudas, que todos sus amigos eran hombres y esas cosas, pero lo cierto es que a pesar de que por mucho tiempo desprecié profundamente a las mujeres, nunca me he sentido muy cercana a los hombres. Pero eso es harina de otro costal que alguna vez profundizaré mas.
Igual tuve mis momentos de unicicidá y detergencia, como cuando tuve mi lonchera de las tortugas ninjas, mientras las otras niñas tenía lonchera de Barbie; desprecié profundamente el rosado por muchos años; veía los Caballeros del zodíaco, que me formaron una poco saludable obsesión con la venganza; me subía a los árboles, corría con los perros; jugaba a la supervivencia; a tener un bar; etc.
Como también jugué con Barbies, pedí útiles de cocina de juguete para navidad y jugué a ser dueña de casa, a ser mamá soltera-luchona y a ser mamá apatriarcada en un matrimonio disfuncional donde el papá de mis muñecas solo era producto de mi imaginación, hice todo eso.
Y bueno, con las Barbies hubo un tema, que en retrospectiva, es algo que podría haber horrorizado a mis padres, si mis padres hubieran sido Kast, porque por ejemplo, en un comienzo, tuve como 5 barbies y ningún Ken, y la falta de hombre entorpecía un poco mis tramas infantiles llenas de romance, así que pesqué a una barbie y le corté el pelo y la vestí de hombre. Listo, tuve un Ken, y nadie perdió la cabeza.
Finalmente si tuve un Ken de fábrica, y muchas Barbies prefirieron quedarse con él, confesando que hasta ese momento solo habían estado experimentando con el Ken transexual.
Todos felices.
Lo que no vi mucho fue dragonball.
Igual tuve mis momentos de unicicidá y detergencia, como cuando tuve mi lonchera de las tortugas ninjas, mientras las otras niñas tenía lonchera de Barbie; desprecié profundamente el rosado por muchos años; veía los Caballeros del zodíaco, que me formaron una poco saludable obsesión con la venganza; me subía a los árboles, corría con los perros; jugaba a la supervivencia; a tener un bar; etc.
Como también jugué con Barbies, pedí útiles de cocina de juguete para navidad y jugué a ser dueña de casa, a ser mamá soltera-luchona y a ser mamá apatriarcada en un matrimonio disfuncional donde el papá de mis muñecas solo era producto de mi imaginación, hice todo eso.
Y bueno, con las Barbies hubo un tema, que en retrospectiva, es algo que podría haber horrorizado a mis padres, si mis padres hubieran sido Kast, porque por ejemplo, en un comienzo, tuve como 5 barbies y ningún Ken, y la falta de hombre entorpecía un poco mis tramas infantiles llenas de romance, así que pesqué a una barbie y le corté el pelo y la vestí de hombre. Listo, tuve un Ken, y nadie perdió la cabeza.
Finalmente si tuve un Ken de fábrica, y muchas Barbies prefirieron quedarse con él, confesando que hasta ese momento solo habían estado experimentando con el Ken transexual.
Todos felices.
Lo que no vi mucho fue dragonball.
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